Seúl, 24 sep (Prensa Latina) Son jóvenes, famosos en todo el mundo y cargan consigo la intensa presión de arrastrar multitudes a una corta edad.
Los ídolos juveniles del k-pop, ese género musical oriundo de Corea del Sur que irrumpió en la industria desde hace varios años, han comenzado a ser noticia una y otra vez no por su estilo de vida, sino por la forma en que han decidido terminar con su existencia.
El caso más reciente fue el suicidio, en abril de este año, de Moonbin, de 25 años, miembro de la banda masculina Astro. El joven, cantante, actor y modelo, apareció sin vida en su departamento en Seúl. Y se convirtió en uno más de una larga lista.
Unos días antes, los fans de la industria vestían de luto por la muerte de la actriz Jung Chae-yull, de 26 años, igualmente hallada sin vida en su casa a principios de ese mismo mes.
Pero desde mucho antes ya habían conmocionado al mundo los fallecimientos de YooJoo-eun, también actriz, con 27 años; Sulli (25 años), exintegrante del grupo de chicas f(x), quien se suicidó tras una larga lucha contra el acoso en las redes, y su amiga cercana Goo Hara, otra estrella del k-pop encontrada muerta en su vivienda.
Así mismo sucedió con el cantautor y bailarín surcoreano Kim Jong-hyun, mejor conocido en el medio artístico como Jonghyun, y el actor y modelo Bang Jae-ho.
La partida de estos jóvenes puso en el foco mediático el competitivo mundo del espectáculo en Corea del Sur, país que además tiene una de las más altas tasas de suicidio juvenil del orbe.
Convertirse en celebridad en esa nación conlleva someterse a una inmensa presión desde el principio, pues ser actor, modelo o cantante figura entre los 10 trabajos soñados por los alumnos de primaria, según una encuesta del Ministerio de Educación de Corea del Sur de 2021.
Para llegar a ser una estrella del k-pop la mayoría de los jóvenes se someten a un agotador período de entrenamiento y a un exhaustivo control de las agencias de talentos.
Una vez que logran su sueño, la fama comienza se transforma en arma de doble filo: la intensidad de los fans, que les exigen a sus artistas favoritos el más alto nivel, y la extrema actividad en redes sociales generan un masivo estrés en las nacientes estrellas.
Y claro, como ser figura pública de ese calibre viene casi siempre acompañado con la idea de la vida y el cuerpo perfecto, hablar de enfermedades mentales o de cualquier otro padecimiento es un estigma en esta industria.
Aparentemente, algunas medidas se proyectaron en el horizonte y, tras bambalinas, varios ídolos del k-pop tomaron largos descansos para recuperarse del estrés. Pero no suele ser la mayoría y al final sucumben a estas tragedias.
Contrario al ritmo juvenil y tan lleno de vida que predica el género, el lado oscuro de esta felicidad se ve asediado constantemente por el fantasma del suicidio, cuando estas jóvenes estrellas no logran encontrar un camino de luz entre tanta fama.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)